jueves, 25 de febrero de 2010

Mapa de los olores de Delhi // Map of the smells of Delhi

Despertar en mi habitación es como un chapuzón en la piscina. Uno está con una temperatura tan agradable fuera, y de repente, una aguja pincha toda nuestra piel. El olor a ventanas cerradas se asegura de que, en el momento en que el remolón despierta, desee volverse a dormir. Un día desayuné guava, una de esas frutas que uno sólo puede soñar que existan. Huelen a manzanas verdes en un día húmedo con el césped recién cortado.

Por las mañanas, Delhi huele a niebla, sin ser niebla; huele a madera quemada, pero no es madera quemada. La ciudad de los genios huele al humo que sale de sus coches. Huele, asfixiada, al techo que si nos impide ver el cielo estrellado, nos permite quedarnos mirando al sol en las primeras horas de cada día. Sus calles huelen a tierra seca, a mosquitos en el aire, a ríos que de majestuosos parecen ancianos, a la inmundicia que flota en su superficie, en sus suelos y en los ojos de los enterrados.

Con el hambre, los धाबे (dhabas) huelen casi a restaurante de muchos tenedores; pero, ¡qué más quisieran ellos que cobrar a más de veinte rupias el पराँठा (parantha)! Los billetes huelen como a un pescador viejo y cansado, como a Chanquete; las monedas, como manos curtidas con la lejía. Sus mercados huelen a जलेबियाँ (jalebis), huelen a almíbar. Detente delante de la manta en el suelo, deja que los aromas caminen sobre tu piel, que alcancen como hormigas tu nariz. Recuerda los tiempos en que las cebollas no te hacían llorar, cuando las frutas no eran de plástico; que la magdalena de Proust quede obsoleta al mirar los colores sobre los paños de los vendedores.

Cualquier comida que pase por las manos de शंकर (Shankar) tiene el mejor aroma que puedas imaginar. No es comida con especias, sino especias con comida. Y probablemente, de entre todos los aromas que visité en la ciudad manchada de gris, sea el que más recuerde cuando vuelva a mi país de los olores sin olor.

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Waking up in my room is like a dip into a pool. One stands with a so nice weather outside, and then suddenly needles prick all long our skin. The smell of closed windows makes sure that, in the instant when the idle wakes up, he wishes to fall asleep. A certain day I had guava for breakfast, which is one of those fruits one can only dream of its existence. It smells like green apples in a wet day with just cut grass.

In the morning, Delhi smells like fog, not being fog; smells like burning wood, not being burning wood. The city of djinns smells like the smoke coming out of the cars. It smells, suffocate, like the ceiling which blocks us the seeing of the stars, but allows us to stare at the sun in the earlier hours every day. Its streets smell like dry earth, like mosquitos in the air, like rivers so majestic that look like ancient, like the filthy which floats on its surface, on its grounds and on the eyes of the buried.

With hunger biting you, the धाबे (dhabas) smells like restaurants of many forks; but, what else could they ask for when they charge twenty rupees for पराँठा (parantha)? Bills smell like an old, tired fisherman; coins do it like hardened-by-bleach hands. Its markets smell like जलेबियाँ (jalebis), like syrup. Stop in front of the blanket on the floor, let smells walk on your skin, let them reach your nose as if they were ants. Remember the age when onions did not make you cry, when fruits were not made of plastic; let Proust's cupcake be obsolete at the sight of colours over the sellers' towels.

Any food touched by शंकर (Shankar) acquires the best smell you can imagine. It is not food with spices, but spices with food. And, probably, among all the smells which I visited at the grey-stained city, this will be the one which reminds my days here when I am back in my country of odourless smells.

1 comentario:

  1. La escritura del viajero no se destina a informar sobre lo que ve, ni siquiera a transmitir sus experiencias, sino a generar en los lectores, en su interior, vivencias similares a las suyas. Eso que has escrito no es un mapa, permíteme que te sugiera, sino un recorrido odorífero, que nos has hecho seguir contigo, por ese abigarrado espacio, pleno de los más variados estímulos odoríferos. Gracias, desde esta otra tierra, esquilamada por el desodorante, el ambientador, los detergentes... Por tratar de hacer que se esfumen los "malos" olores (en realidad, la división entre "buenos" y "malos" es puramente cultural), hemos conseguido poner en fuga todos los olores, llamémosle naturales, y apreciar y retener sólo los que se compran. Claro, claro. Gracias, y felicidades, chaval.

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