lunes, 22 de marzo de 2010

Las venas // The veins

Delhi no se queda quieta ni un solo instante. Tras cada uno de los infinitos coches que circulan por sus calles, la nube de polvo y humo ataca. Arde la piel y arranca los ojos a su roce. Hipnotismo cegador el del sol a las ocho de la mañana, que oculto en la capa parda se deja ver sin deslumbrar. Más tarde, dejará ciego al que bajo el sudor de su frente se atreva a dirigirle la mirada.

La tranquilidad de la música de este pais contrasta con el desden a los oidos en sus calles. Los motores martillean nuestras orejas, deshacen nuestras conversaciones en trocitos ininteligibles. En las venas de Delhi, el unico lenguaje que se oye es de bocinas. El inexperto oyente tarda en darse cuenta de que los coches hablan entre sí; alguno se confunde entre ellos como si fueran quarks en Finnegan's Wake.

El espiritu indio, su altivez sobre cualquier norma, se desprende en cada metro. Cada vez que uno se pregunta cuál es el carril correcto en las avenidas de la gran ciudad, la gran India nos mira por encima del hombro. Cada vez que buscamos sin éxito una señal de tráfico, hemos fracasado en nuestro vano intento de comprenderlo espontáneo.

A veces hay accidentes; demasiadas veces en realidad. Las historias se traspasan entre los tertulianos, hablan sobre rickshaws tumbados por un simple gato, sobre conductores que hablan entre sí desde coches diferentes, sobre elefantes caminando sobre las calles de Connaught Place. Esas cosas pasan, sin que se sepa cómo...

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Delhi does not stop for a second. After every of the infinite cars driving on its streets, a dust and smoke cloud attacks. It burns skins and pulls out eyes at rubbing. Blinding hypnotism on the sun at eight in the morning, which hidden after a dun layer lets us see it with no dazzle. Later, it will blind anyone who, under his head's sweat, dares staring at it.

The peace in music from this country clashes on the scorn at ears in its streets. Engines hammer our ears, breaks up our conversations in small, unintelligible pieces. In Delhi's veins, the only language you can hear is made of horns. Unskilled listeners take a long time to discover that cars talk to each other; some of them gets confused among them as they were quarks on Finnegan's Wake.

The Indian spirit, its arrogance over any rule, is given off in every distance. Each time one wonders which one is the correct lane in the big city's roads, the great India looks down on us. Each time we look for a traffic signal, we have failed in our vain try to understand spontaneity.

Sometimes, there are accidents; actually, too many times. Stories runs over the legends, they talk about rickshaws flipped by a single cat, about drivers who talk to each other from different cars, about elephants walking over the streets on Connaught Place. That things happen, not knowing how...

2 comentarios:

  1. Eché de menos durante unas semanas escritos tuyos desde tan lejos y ahora me quedo rezagado como lector de los que ya nutren este blog viajero. Son un deliciso conjunto de estampas vivientes. De esta última me quedo con una frase, extraordinaria, que creo resume la panorámica que se trata de captar: "El espiritu indio, su altivez sobre cualquier norma, se desprende en cada metro. Cada vez que uno se pregunta cuál es el carril correcto en las avenidas de la gran ciudad, la gran India nos mira por encima del hombro.". Hasta luego.

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  2. Gracias :)
    Sólo intento transmitir una mínima parte de lo que se siente viviendo aquí. En realidad, nada es tan poético ni tan onírico, pero ahí está la magia del lenguaje.

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