domingo, 18 de abril de 2010

El parásito de la inocencia perdida // Lost innocence parasite

Cuando volví de Darjeeling, me di cuenta de que, a pesar de su clima infernal, de su tráfico insoportable, de la burbuja invisible que suponía en ese terreno hostil que es India, Delhi se había convertido en el único lugar al que ahora puedo llamar “casa”. Sin hacerle un feo a los potajes de mi madre, Delhi está en mis venas, instalada en mi cabeza de una forma que, en los días que vienen, se me antoja irremisible.

El matiz es importante. Ya dije que uno no va a India, es India la que acaba metiéndose en uno y trastocando los íntimos detalles que a uno le hacen pensar que el mundo, en el fondo, tiene algunas reglas inquebrantables. Lo mantengo. Cuando uno va por la calle y ve un camello en mitad de la carretera, y en el proceso no salta ninguna alarma mental que le haga sospechar que algo inusual está ocurriendo, es que el pequeño parásito de Delhi ya está anidando en su cerebro. Cuando uno no se para por la calle a mirar a los साधु (sadhus, santones hindúes), cuando le parece común levantarse con el canto lejano de la llamada a la oración en las mezquitas, cuando uno se muestra tan insensible al rico como al mendigo, el gusano ya ha transformado nuestras miradas para siempre.

En cierto modo, tengo miedo. Temo el aburrimiento al volver al monótono Occidente. Tengo miedo a la incomprensión de los que, amparados en un estereotipo demasiado extendido, no entiendan lo poco que yo pueda explicar. Y sobre todo, tengo miedo de que nada más pueda sorprenderme, de que, al lado de esta Delhi tan extraña, tan familiar, no pueda volver a sentir el mundo como algo inescrutable y mágico. Un poco complejo de Peter Pan, un poco síndrome de Estocolmo.

//---------------------------------

When I came back from Darjeeling, I realised that, in spite of its baking hot, of its unbearable traffic, of the invisible bubble which made up on the hostile land of India, Delhi had become the only place I can currently call “home”. Not scorning my mom's food, Delhi is inside my veins, settled in my head in a way that, in the coming days, seems irretrievable to me.

The shade is important. I have already said that one does not go to India, it is India who ends up getting into one and mixing up the intimate details which make one think that the world has, in the end, some unbreakable rules. I maintain it. When one goes on the streets and sees a camel in the road, and no mental alarm goes off making him think that anything unusual is happening, that happens because the small Delhi parasite is already nesting in his brain. When one does not stop to see the साधु (sadhus, hindu saints) in the streets, when its common to him to wake up on the far pray calling chant in the mosques, when one becomes insensitive to both the rich and the beggar, the worm has already transformed our sights forever.

In some way, I am afraid. I am afraid of boredom when I come back to the monotonous West. I am afraid of lack of understanding from those who, sheltered in a too extended stereotype, cannot understand the few things I could explain. And, above all, I am afraid of anything else to be able to surprise me. It is the fear that, compared to this so strange, so familiar Delhi, I will not be able to to feel again the world as inscrutable and magic. A little bit of Peter Pan complex, a little bit of Stockholm syndrome.

4 comentarios:

  1. No sé si te refieres a una metamorfosis que ya vas sintiendo o que esperas sentir o que temes sentir o que simplemente describes como un psicosociólogo. Por otra parte, ¿supones que el impacto de esa abigarrada atmósfera, de esa variopinta y caótica forma de vida..., van a saturar tu sensibilidad hasta agotarla? ¿Es eso lo que crees?

    ResponderEliminar
  2. ¿Psicosociologo? No, no, yo soy de mates :P

    ResponderEliminar
  3. A mí explícamelo todo y trataré de entenderlo... aunque conozco perfectamente la sensación de "Por más que te cuente, no importa... tienes que vivirlo para sentirlo" ;) besitoos!

    ResponderEliminar